Arenas de Málaga: octubre 2013

Copio la necrologica tan cariñosa, que ha hecho Jose Luis Olaizola sobre mi hermano Paco, recientemente fallecido, para su publicación en el boletin de la Asociacion de la Prensa de Ma drid

FRANCISCO PRADOS DE LA PLAZA

Yo era amigo de Paco Prados de la Plaza. Durante años nos veíamos todas las semanas, y de esa relación guardo buenos recuerdos y ninguno malo. Comprendo que cuando un amigo se va se tiende a magnificar sus virtudes y a disimular sus defectos, pero es que en el caso de Paco no recuerdo que los tuviera. Por lo menos en el trato con nosotros, sus amigos. Con méritos para hablar mucho de su vida entregada al arte, presumía poco, o nada, y si acaso presumía era de no entender nada de fútbol e, incluso, ignorar cuando tenía lugar un partido Real Madrid, Club de Fútbol Barcelona. A mí esa postura, dado el desorden social en el que se ha convertido el fútbol actual con cifras multimillonarias, que a nada bueno pueden conducir, no me parecía mal.

Otra de sus peculiaridades era que no sabía nadar, lo cual a mí me llamaba mucho la atención, máxime siendo de puerto de mar, muy vinculado a Málaga. Yo le preguntaba: ¿Y cuándo vas a la playa, qué haces? A lo que me respondía: “Pasear, ver el mar, disfrutar con una puesta de sol… Pero no veo la necesidad de meterme en el agua”. Casi te convencía que lo de saber nadar era algo superfluo.

Un día, a ese grupo de amigos que nos veíamos todas las semanas, se nos ocurrió discurrir sobre un tema poco serio, impropio de gente madura: ¿Quién era el más elegante de todos? Y por unanimidad salió elegido Paco. Siempre iba correctamente vestido, generalmente con corbata, y con frecuencia con unas chaquetas estilo “teba”, todo muy bien conjuntado, desde los pies a la cabeza. Si en alguna ocasión para resguardarse de la lluvia o del frío se servía de un sombrero, no era un sombrero cualquiera, sino más bien una prenda de diseño. Daba gusto verle, siempre tan apañado, con un rostro afable y con una sonrisa muy medida.

Le tuve mucho cariño, que se ha convertido en admiración desde el momento en el que se enfrentó con la muerte, que él no sabía que era su muerte, pero aunque lo hubiera sabido mi impresión es que no le hubiera hecho ascos. Estaba espléndidamente preparado para morir.

Se cuenta que en la corte británica se considera de mala educación hablar de las enfermedades propias, y Paco hizo otro tanto y apenas comentaba que había padecido un cáncer del que salió bien librado. Un día nos comentó que se le había presentado un problema relacionado con el hígado y con cálculos biliares, y que le tenían que hacer una operación sin mayor importancia, aunque cuando luego la explicaba, y se refería a diversas incisiones en el abdomen, no sonaba como algo tan sencillo. Pero me acuerdo que nos dijo: “No hay que preocuparse, yo siempre salgo bien de esas cosas”. Y puede que en esta ocasión tampoco le faltara razón. Si se mira desde un punto cristiano – y Paco lo era profundamente- es posible que desde el quirófano se fuera al Cielo, con algunas pequeñas pausas. De la operación salió bien, le visitamos en la clínica unos cuantos amigos, lo encontramos animado, se habló poco de su operación, y recuerdo que estuvimos comentando aspectos de su vida, y de su paso por Televisión Española. A los dos día le mandaron para su casa, y al poco se le presentó una hemorragia, que fue la causa de su muerte. Se fue como había vivido, como un caballero, sin apenas dar guerra, y dejándonos a todos el recuerdo del buen padre, del buen esposo, del buen amigo que siempre fue.

Su actividad como periodista y crítico de Arte fue ingente. Llegó a ser presidente de la Asociación Española de Pintores y Escultores, Comisario General de la Bienal de Arte de Marbella, Académico de las RR. AA. de San Fernando de Madrid y de San Luis de Zaragoza, jefe del Gabinete de Prensa de Televisión Española, y autor de diversas publicaciones sobre Arte Contemporáneo. Quizá de lo que más satisfecho se encontraba era de su paso por Televisión Española, no solo en su aspecto artístico –con ser este muy notable- sino también social: consiguió que se mejorara notablemente la retribución del personal que se ocupaba del mundo de la cultura, y que se encontraba un tanto marginado.

Aun a riesgo de excederme en los elogios, no resisto la tentación de hacer una mención a su generosidad. En su condición de crítico de Arte disponía de una espléndida colección de libros, que no dudó en cederla en vida a la Universidad de Navarra, con total desprendimiento y sentido común. Me comentó: “En esa universidad cumplirá su función mejor que en mi casa que ya, jubilado apenas los necesito”. Y añadió con un punto de humor: “Además así les quito un trabajo a mis hijos cuando me muera. En sus casas de ahora, más pequeñas, no les cabrían tantos libros”.

Por ser un campeón de la vida, lo llegó a ser en todos los aspectos, alcanzando a ser padre de ¡diez hijos¡ circunstancia que llevaba con gran naturalidad, como si fuera algo normal, atribuyendo todo el mérito a su mujer, María, a la que conoció cuando hizo la mili en Ceuta, ella con dieciocho años, preciosa criatura, con la que ha vivido un romance que no lleva camino de terminarse en esta vida.

Creía firmemente en Dios, y seguro que Dios también creía en él, y le habrá recibido con los brazos abiertos.

¡Hasta siempre, Paco¡

José Luis Olaizola.